Si allá hay berraquera… ¡acá hay Perrenque!
Eran los años 80. Medellín atravesaba una de sus décadas más oscuras:
narcotráfico, violencia, gobiernos locales al servicio de la ilegalidad. La
ciudad estaba paralizada, sin rumbo, y los paisas, desmotivados.
Hasta que apareció un brillante publicista llamado Michel Arnau con una
campaña sencilla, pero poderosa: Yo quiero a Medellín.
El mensaje caló. Poco a poco, los ciudadanos comenzaron a recuperar la
esperanza. Transformaron su angustia en empuje, su desesperanza en
resiliencia, y su rabia en perseverancia. Se volvieron líderes en
innovación, transformación urbana y modelos de civismo. Reafirmaron,
con hechos, ese estereotipo que, bien entendido, los honra: la
berraquera.
Y es curioso —aunque no sorprendente— que una revolución tan
profunda no surgiera del poder político, sino de la gente misma. Porque
los gobiernos —buenos para unos, malos para otros— se acaban, se
corrompen, se olvidan. Pero cuando el cambio nace del alma civil, se
vuelve cultura, se vuelve identidad.
En esa misma época, mientras allá florecía la berraquera, acá en el
Caribe colombiano cargábamos con un estereotipo contrario: el de
flojos, fiesteros, relajados y, cómo no, “mamaburras”.
Nunca entendí por qué los actores costeños, al llegar a producciones
nacionales, exageraban el acento, los ademanes, el comportamiento…
Como si el éxito de nuestra impronta cultural dependiera de caricaturizar
lo que somos.
O peor aún, cuando algunos sentían que para abrirse camino en el
ámbito nacional debían neutralizar su acento, esconder su esencia,
mimetizarse para no cargar con el peso de un estereotipo impuesto
desde afuera.
Pero el tiempo pasó, y el Caribe también se transformó.

Hoy, Barranquilla y toda la región lideran avances en urbanismo, ciencia,
tecnología, creatividad y cultura. Y no es casualidad, ni suerte, ni obra de
ninguna corriente política de turno. Es mérito ciudadano. Es el resultado
del perrenque colectivo de una nueva generación que se conecta con el
mundo, que se forma, que emprende, que innova y que empuja con la
fuerza del viento que sopla desde el mar Caribe.
El tiempo del “mamaburra” ya se acabó. Es hora de sentirnos orgullosos
de nuestra identidad. Porque si los paisas son berracos, nosotros acá
hemos demostrado que también llevamos una fuerza que no se detiene.
Porque los García Márquez, las Shakiras, los Vives, los Rentería —por solo
mencionar algunos— no son excepciones. Son la evidencia de un ADN
creativo, fuerte y vibrante que se respira y contagia por toda la región
entre los costeños propios y adoptados.
Así que si allá hubo, o hay berraquera… acá lo que hay y lo que seguirá
habiendo, es Perrenque.